LA EXPIACION COMO PROPICIACION
Patricio Talbot.
El término hileos proviene del lenguage cúltico pagano cuyo significado original es “tornar benévolo a los dioses por medio de un presente.”1 Este término llegó a utilizarse también en el lenguage popular con el sentido de “dar cohecho” a fin de que una deuda financiera o legal fuera intencionalmente extraviada. Cuando la Septuaginta fue editada, se utilizó el término exiláskomai. la forma verbal de hileos, para traducir el término hebreo kaphar (expiar)2, sin embargo, los traductores de las Escrituras hebreas tuvieron extremo cuidado en cambiar la sintaxis griega a fin de que sea entendido que el Dios del Antiguo Testamento no puede ser “expiado” por los seres humanos, sino que Dios mismo ha encontrado el medio para expiarse a sí mismo por medio de los sacrificios animales. En otras palabras, debido a que Dios ya era benévolo, compasivo y misericordioso, proveyó un medio cruento, a fin de que su justicia fuera satisfecha a la vez que su compasión pueda perdonar los pecados de los adoradores creyentes.
1. Híleos en el Nuevo Testamento. El término híleos está utilizado en el Nuevo Testamento con dos sentidos íntimamente relacionados entre sí, pero distintos en su significado, el sentido popular y el sentido cúltico. El uso popular de hileos es compasión, benevolencia, misericordia, buena voluntad, alegría; y el sentido cúltico corresponde con el uso dado por la Septuaginta al traducir el hebreo kuper: “propiciar,” o “expiar.”
El apóstol Pablo enseña que Dios ama a los ofrendantes alegres (“hilarós”, 2 Cor. 9:7), e insta a los compasivos miembros de la iglesia en Roma que hagan obras de misericordia con alegría (“hilarótes”, Rom. 12:8), y el apóstol Pedro pide a Cristo que no se exponga a la muerte subiendo a Jerusalén, y le ruega que sea compasivo con sigo mismo (“hileós”, Mt. 16:22).
En la parábola del fariseo y el publicano, Cristo hizo una conección entre el sentido popular del término propiciar, y su sentido cúltico. El publicano ruega humildemente a Dios que le sea propicio (“hiláskomai”, Luc. 18:13), y como resultado de su ruego, “desciende a su casa justificado.” Cristo une el concepto de la propiciación con el concepto de la justificación o el perdón de pecados. Nótese que la propiciación es el acto de la infinita compasión divina de perdonar los pecados de los hombres por medio del derramamiento de la sangre de Cristo. Los paganos tornaban benévolos a sus dioses por medio de presentes y sacrificios, pero los cristianos nos aferramos a la benevolencia de un Dios que se sacrificó a sí mismo a fin de poder perdonar los pecados de los hombres. Cuando el publicano rogaba a Dios diciendo: “Sé propicio a mí, pecador,” estaba pidiendo el cumplimiento de la promesa divina del nuevo pacto:
“Porque seré propicio (híleos) a sus injusticias y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (Heb. 8:12; Jer. 31:34).
Este concepto de propiciación es repetido por Juan con las majestuosas palabras siguientes:
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su hijo en propiciación (hilasmós) por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10).
“Y él es la propiciación (hilasmós) por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Jn. 2:2).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
2. Propiciación en Romanos 3. La Escritura dice:
"Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación (hilastérion) por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:22-26).
En una apretada síntesis, este pasage nos está enseñando al menos tres verdades fundamentales:
a. Cristo es la propiciación que Dios hace de sí mismo, con el propósito de poder declarar justos a los que creen en la sangre de Jesús.
b. La paciencia divina manifestada hacia los hombres ántes del evento de la cruz se fundamenta en la propiciación provista en la cruz.
c. Su paciencia tiene ya una base justa, y ahora puede ser a la vez el Justo, y el Justificador de los creyentes. El gran mensaje de Romanos 3 es que la propiciación de Dios en Cristo es el único camino justo que tenía Dios a fin de poder declarar inocentes a los culpables, y seguir siendo un Dios justo. La propiciación justifica a Dios como un Dios justificador de los pecadores que creen en la sangre de su amado Hijo.3
Romanos 3:25 dice literalmente que Dios colocó a Cristo como hilastérion (propiciatorio), el lugar sagrado de oro puro que cubría el arca del lugar santísimo del santuario.4
El propiciatorio era el asiento del trono de Dios, el lugar donde Dios gobernaba a Israel, donde El daba sus leyes y mandamientos a su pueblo:
Y pondrás el propiciatorio encima del arca... y de allí me declararé a tí, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel” (Exo. 25:21,22).
Debajo del propiciatorio estaban las tablas de piedra de la ley, el maná, y la vara de Arón que reverdeció (cf. Heb. 9:4), significando esto que el trono de Dios está cimentado en la justicia: “Justicia y juicio son el asiento de su trono” (Sal. 89:14).
Las tablas de la ley representan la justicia que Dios exige de los súbditos de su gobierno; el maná representa los beneficios que el Gobernante divino promete a sus súbditos, y la vara de Arón reverdecida representa el derecho divino a elegir al representante de Israel ante Dios, el sumo sacerdote del pueblo.
Cristo, como el Cordero de Dios, es el fundamento justo sobre el cual Dios ha edificado su gobierno. Cristo es el más grande beneficio otorgado por Dios a la humanidad; él es el maná, “el pan que descendió del cielo” (Jn. 6:58). Cristo también es la vara reverdecida, pues es el elegido por Dios para ser representante de la humanidad ante el trono celestial. Isaías habla del Siervo doliente que sería sin atractivo y desfigurado, y lo compara a la raiz en tierra seca; un pedacito de madera seco en medio del desierto de muerte de la humanidad (Isa. 53:2), y esa raiz seca retoña y se renueva, y le es dado un nombre exaltado:
En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra. En aquellos días Judá será salvo, y Jesusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra” (Jer. 33:15,16).
Cristo es el maná, Cristo es la vara reverdecida, y Cristo es la justicia de Dios expresada en las tablas del pacto. Cristo es la corporización de la justicia, pues la ley no encontró otro ser que la cumpliera en el espíritu y en la letra, en la forma y en la sustancia, en el “no” de la ley, y en el “si” de la ley.
Cristo hizo juicio y justicia en la tierra. Desde su encarnación fue santo porque fue engendrado por el Espíritu Santo, y nació como “el santo ser” (Lc. 1:35). La justicia de Cristo consiste en su naturaleza santa, y en sus obras santas y justas. Cristo nació bajo la ley (Gál. 4:4), fue circuncidado al octavo día y presentado en el templo “conforme a la ley de Moisés” (Luc. 2:21-23), fue bautizado por Juan para cumplir “toda justicia” (Mat. 3:15), y fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado como son tentados los hijos de los hombres, y vencer (cf. Mat. 4:1; 1 Jn. 2:16). Cristo mismo declaró que vino a cumplir toda jota y toda tilde de la ley y los profetas (Mat. 5:17,18), y por su obediencia perfecta, agotó y sobrepasó las demandas de la ley, pues la ley decía “ama a tu prójimo como a tí mismo”, pero Cristo nos amó infinitamente más que a sí mismo. El es, en verdad, el fin, la consumación y el pleno cumplimiento de la ley (Rom. 10:4). Por su obediencia perfecta, condenó al pecado en su propio cuerpo de carne (Rom. 8:3).
Aunque Cristo era “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos” (Heb. 7:26), “por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:8,9). Desde el pesebre hasta el Calvario, la vida de Cristo fue de continua y perfecta obediencia. Se sometió voluntariemente a las demandas de la ley, y también a la condenación de la ley, pues “Jehová cargó en él, el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6). Cristo obedeció “hasta la muerte y muerte de cruz, por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dió un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:8,9); “y se le llamará: Jehová, justicia nuestra” (Jer. 33:16).
Cristo es el fundamento del gobierno de Dios. El es la vara reverdecida, el maná, y la ley divina. El es el propiciatorio, la sagrada plancha de una sola pieza de oro donde el Gobernante universal se sienta para reinar.
Antes de la cruz, Dios perdonaba pecados prolépticamente, es decir, sobre la base de la sangre de su Hijo que habría de ser derramada en el "cumplimiento del tiempo," pero era representada por la sangre de los sacrificios animales, porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22). Sin embargo, a partir de la cruz, la remisión de los pecados es posible “por medio de la fe en su sangre” (Rom. 3:25). Ahora Dios puede ser “el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:26). Ciertamente, Cristo y Cristo crucificado es el fundamento justo del gobierno de Dios. El es el asiento del trono divino, El es el propiciatorio, el lugar donde Dios se hace presente, donde Dios habita con su pueblo.
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1 “Hilaskomai... señala la acción por la cual una divinidad se torna propicia (p. Ej. Plutarco, De Sonone 12,5). Por lo general se entiende que el sujeto es un hombre y el objeto una divinidad; la situación vital es la mayoría de las veces una acción cúltica, mediante la cual hay que conseguir que una divinidad se vuelva propicia.... A veces un hombre puede ser el complemento directo de hilaskesthai, y entonces habrá que traducirse por aplacar (Plutarco, Anton. 67,3), o ganarse a alguien (Herodoto VIII, 112, 2)" Cohen, et. al. DTNT, vol. IV, pág. 38.
2 El término "híleos" (compasión, benevolencia, propiciación) es utilizado en la literatura griega siempre con el sentido de que el hombre es el sujeto de la acción, el propiciador de los dioses, pero cuando los traductores griegos del Antiguo Testamento produjeron la versión conocida como la "Septuaginta," ellos cambiaron la sintaxis griega a fin de que el hombre ya no sea el sujeto de la acción, sino el objeto de la acción. Los sabios de Alejandría tradujeron el término hebreo Kaphar con el término griego exiláskomai, sin embargo respetaron la sintaxis hebrea con el propósito de expresar la idea de que Dios es el que realiza la acción de expiar, y el hombre el que recibe la acción divina de la expiación (cf. "Kipper" en Botterweck, G., Ringgren, H., Fabry, H.J. Editores. Theological Dictionary of the Old Testament, vol.VII , p. 291).
3Aunque la idea de un Dios que necesitaba la propiciación es rechazada por muchos teólogos modernos, debemos insistir en que Dios mismo proveyó el medio adecuado para salvar el honor de la ley que establece que “la paga del pecado es la muerte” (Ro. 6:23). Emil Brunner recalca que Dios no puede ser propiciado por los hombres, sino que fue propiciado “en Cristo” E. Brunner, The Letter to the Romans, p. 30. Calvino escribió: “Dios, con el fin de remover cualquier obstáculo a su amor por nosotros, estableció el método de la reconciliación en Cristo. Hay un gran poder en esta palabra propiciación; pues de una manera que no puede expresarse, Dios, al mismo tiempo que nos amó, nos era hostil hasta reconciliarnos en Cristo” Calvino, Institutes of Christian Religion, II, XVII, 2 (Citado y analizado por G. C. Berkouwer en The Work of Christ, p. 269). La verdad que yace en la base de la propiciación, es que Dios no pasa por alto el pecado; Dios lo castiga, y Cristo es el Divino portador de la condenación divina. Brunner comenta así: “¿Por lo tanto Dios trata con el pecado como si éste no existiese, simplemente pasándolo por alto? Muy por el contrario. Esta gracia, que ciertamente ha sido gratuita, costó a Dios su propio Hijo. El permitió la muerte de Cristo como prueba de su justicia, a fin de que el perdón no sea entendido simplemente como el pasar por alto la culpa. E. Brunner, The Letter to the Romans, p. 30.
4 El hecho de que Jesús haya sido simbolizado con un lugar específico del santuario, ha sido entendido como un símbolo funcional. Cristo tuvo la misma función que el “asiento de la misericordia”, como se llamaba al propiciatorio. Barth escribió: “Jesús había sido designado desde la eternidad como el lugar de la propiciación, el lugar donde Dios mora y desde donde El habla; ahora, sin embargo, Cristo ocupa una posición en el tiempo...” Barth, The Epistle to the Romans, p. 30.
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El Orador Patricio Talbot
Patricio Talbot obtuvo una Maestría en Religión en el seminario SALT, en Argentina, donde se destacó como predicador de la salvación por la fe. El Dr. Jack Rogers, discípulo de G. Berkower, escribió: “usted ha captado con nitidez la doctrina de la expiación.” En 2001 obtuvo otra Maestria en Terapia Familiar en la Universidad de Loma Linda, y actualmente trabaja como psicoterapista. En 2005 fue reconocido por la Cámara de Representantes del Estado de California por su aporte como instructor de clases para padres en el Distrito Escolar de Los Angeles. Patricio tiene tres hijas y tres nietos, y está casado con Elizabeth, quien es actualmente pastora en la ciudad de Alhambra, California. Patricio ademas es conductor del programa no me averguenzo del Evangelio si ud decea ver la pagina del autor pulse aqui http://www.praisecast.com/clients/talbot/podcasts.shtml
Patricio Talbot.
El término hileos proviene del lenguage cúltico pagano cuyo significado original es “tornar benévolo a los dioses por medio de un presente.”1 Este término llegó a utilizarse también en el lenguage popular con el sentido de “dar cohecho” a fin de que una deuda financiera o legal fuera intencionalmente extraviada. Cuando la Septuaginta fue editada, se utilizó el término exiláskomai. la forma verbal de hileos, para traducir el término hebreo kaphar (expiar)2, sin embargo, los traductores de las Escrituras hebreas tuvieron extremo cuidado en cambiar la sintaxis griega a fin de que sea entendido que el Dios del Antiguo Testamento no puede ser “expiado” por los seres humanos, sino que Dios mismo ha encontrado el medio para expiarse a sí mismo por medio de los sacrificios animales. En otras palabras, debido a que Dios ya era benévolo, compasivo y misericordioso, proveyó un medio cruento, a fin de que su justicia fuera satisfecha a la vez que su compasión pueda perdonar los pecados de los adoradores creyentes.
1. Híleos en el Nuevo Testamento. El término híleos está utilizado en el Nuevo Testamento con dos sentidos íntimamente relacionados entre sí, pero distintos en su significado, el sentido popular y el sentido cúltico. El uso popular de hileos es compasión, benevolencia, misericordia, buena voluntad, alegría; y el sentido cúltico corresponde con el uso dado por la Septuaginta al traducir el hebreo kuper: “propiciar,” o “expiar.”
El apóstol Pablo enseña que Dios ama a los ofrendantes alegres (“hilarós”, 2 Cor. 9:7), e insta a los compasivos miembros de la iglesia en Roma que hagan obras de misericordia con alegría (“hilarótes”, Rom. 12:8), y el apóstol Pedro pide a Cristo que no se exponga a la muerte subiendo a Jerusalén, y le ruega que sea compasivo con sigo mismo (“hileós”, Mt. 16:22).
En la parábola del fariseo y el publicano, Cristo hizo una conección entre el sentido popular del término propiciar, y su sentido cúltico. El publicano ruega humildemente a Dios que le sea propicio (“hiláskomai”, Luc. 18:13), y como resultado de su ruego, “desciende a su casa justificado.” Cristo une el concepto de la propiciación con el concepto de la justificación o el perdón de pecados. Nótese que la propiciación es el acto de la infinita compasión divina de perdonar los pecados de los hombres por medio del derramamiento de la sangre de Cristo. Los paganos tornaban benévolos a sus dioses por medio de presentes y sacrificios, pero los cristianos nos aferramos a la benevolencia de un Dios que se sacrificó a sí mismo a fin de poder perdonar los pecados de los hombres. Cuando el publicano rogaba a Dios diciendo: “Sé propicio a mí, pecador,” estaba pidiendo el cumplimiento de la promesa divina del nuevo pacto:
“Porque seré propicio (híleos) a sus injusticias y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (Heb. 8:12; Jer. 31:34).
Este concepto de propiciación es repetido por Juan con las majestuosas palabras siguientes:
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su hijo en propiciación (hilasmós) por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10).
“Y él es la propiciación (hilasmós) por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Jn. 2:2).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
2. Propiciación en Romanos 3. La Escritura dice:
"Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación (hilastérion) por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:22-26).
En una apretada síntesis, este pasage nos está enseñando al menos tres verdades fundamentales:
a. Cristo es la propiciación que Dios hace de sí mismo, con el propósito de poder declarar justos a los que creen en la sangre de Jesús.
b. La paciencia divina manifestada hacia los hombres ántes del evento de la cruz se fundamenta en la propiciación provista en la cruz.
c. Su paciencia tiene ya una base justa, y ahora puede ser a la vez el Justo, y el Justificador de los creyentes. El gran mensaje de Romanos 3 es que la propiciación de Dios en Cristo es el único camino justo que tenía Dios a fin de poder declarar inocentes a los culpables, y seguir siendo un Dios justo. La propiciación justifica a Dios como un Dios justificador de los pecadores que creen en la sangre de su amado Hijo.3
Romanos 3:25 dice literalmente que Dios colocó a Cristo como hilastérion (propiciatorio), el lugar sagrado de oro puro que cubría el arca del lugar santísimo del santuario.4
El propiciatorio era el asiento del trono de Dios, el lugar donde Dios gobernaba a Israel, donde El daba sus leyes y mandamientos a su pueblo:
Y pondrás el propiciatorio encima del arca... y de allí me declararé a tí, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel” (Exo. 25:21,22).
Debajo del propiciatorio estaban las tablas de piedra de la ley, el maná, y la vara de Arón que reverdeció (cf. Heb. 9:4), significando esto que el trono de Dios está cimentado en la justicia: “Justicia y juicio son el asiento de su trono” (Sal. 89:14).
Las tablas de la ley representan la justicia que Dios exige de los súbditos de su gobierno; el maná representa los beneficios que el Gobernante divino promete a sus súbditos, y la vara de Arón reverdecida representa el derecho divino a elegir al representante de Israel ante Dios, el sumo sacerdote del pueblo.
Cristo, como el Cordero de Dios, es el fundamento justo sobre el cual Dios ha edificado su gobierno. Cristo es el más grande beneficio otorgado por Dios a la humanidad; él es el maná, “el pan que descendió del cielo” (Jn. 6:58). Cristo también es la vara reverdecida, pues es el elegido por Dios para ser representante de la humanidad ante el trono celestial. Isaías habla del Siervo doliente que sería sin atractivo y desfigurado, y lo compara a la raiz en tierra seca; un pedacito de madera seco en medio del desierto de muerte de la humanidad (Isa. 53:2), y esa raiz seca retoña y se renueva, y le es dado un nombre exaltado:
En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra. En aquellos días Judá será salvo, y Jesusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra” (Jer. 33:15,16).
Cristo es el maná, Cristo es la vara reverdecida, y Cristo es la justicia de Dios expresada en las tablas del pacto. Cristo es la corporización de la justicia, pues la ley no encontró otro ser que la cumpliera en el espíritu y en la letra, en la forma y en la sustancia, en el “no” de la ley, y en el “si” de la ley.
Cristo hizo juicio y justicia en la tierra. Desde su encarnación fue santo porque fue engendrado por el Espíritu Santo, y nació como “el santo ser” (Lc. 1:35). La justicia de Cristo consiste en su naturaleza santa, y en sus obras santas y justas. Cristo nació bajo la ley (Gál. 4:4), fue circuncidado al octavo día y presentado en el templo “conforme a la ley de Moisés” (Luc. 2:21-23), fue bautizado por Juan para cumplir “toda justicia” (Mat. 3:15), y fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado como son tentados los hijos de los hombres, y vencer (cf. Mat. 4:1; 1 Jn. 2:16). Cristo mismo declaró que vino a cumplir toda jota y toda tilde de la ley y los profetas (Mat. 5:17,18), y por su obediencia perfecta, agotó y sobrepasó las demandas de la ley, pues la ley decía “ama a tu prójimo como a tí mismo”, pero Cristo nos amó infinitamente más que a sí mismo. El es, en verdad, el fin, la consumación y el pleno cumplimiento de la ley (Rom. 10:4). Por su obediencia perfecta, condenó al pecado en su propio cuerpo de carne (Rom. 8:3).
Aunque Cristo era “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos” (Heb. 7:26), “por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:8,9). Desde el pesebre hasta el Calvario, la vida de Cristo fue de continua y perfecta obediencia. Se sometió voluntariemente a las demandas de la ley, y también a la condenación de la ley, pues “Jehová cargó en él, el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6). Cristo obedeció “hasta la muerte y muerte de cruz, por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dió un nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:8,9); “y se le llamará: Jehová, justicia nuestra” (Jer. 33:16).
Cristo es el fundamento del gobierno de Dios. El es la vara reverdecida, el maná, y la ley divina. El es el propiciatorio, la sagrada plancha de una sola pieza de oro donde el Gobernante universal se sienta para reinar.
Antes de la cruz, Dios perdonaba pecados prolépticamente, es decir, sobre la base de la sangre de su Hijo que habría de ser derramada en el "cumplimiento del tiempo," pero era representada por la sangre de los sacrificios animales, porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22). Sin embargo, a partir de la cruz, la remisión de los pecados es posible “por medio de la fe en su sangre” (Rom. 3:25). Ahora Dios puede ser “el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:26). Ciertamente, Cristo y Cristo crucificado es el fundamento justo del gobierno de Dios. El es el asiento del trono divino, El es el propiciatorio, el lugar donde Dios se hace presente, donde Dios habita con su pueblo.
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1 “Hilaskomai... señala la acción por la cual una divinidad se torna propicia (p. Ej. Plutarco, De Sonone 12,5). Por lo general se entiende que el sujeto es un hombre y el objeto una divinidad; la situación vital es la mayoría de las veces una acción cúltica, mediante la cual hay que conseguir que una divinidad se vuelva propicia.... A veces un hombre puede ser el complemento directo de hilaskesthai, y entonces habrá que traducirse por aplacar (Plutarco, Anton. 67,3), o ganarse a alguien (Herodoto VIII, 112, 2)" Cohen, et. al. DTNT, vol. IV, pág. 38.
2 El término "híleos" (compasión, benevolencia, propiciación) es utilizado en la literatura griega siempre con el sentido de que el hombre es el sujeto de la acción, el propiciador de los dioses, pero cuando los traductores griegos del Antiguo Testamento produjeron la versión conocida como la "Septuaginta," ellos cambiaron la sintaxis griega a fin de que el hombre ya no sea el sujeto de la acción, sino el objeto de la acción. Los sabios de Alejandría tradujeron el término hebreo Kaphar con el término griego exiláskomai, sin embargo respetaron la sintaxis hebrea con el propósito de expresar la idea de que Dios es el que realiza la acción de expiar, y el hombre el que recibe la acción divina de la expiación (cf. "Kipper" en Botterweck, G., Ringgren, H., Fabry, H.J. Editores. Theological Dictionary of the Old Testament, vol.VII , p. 291).
3Aunque la idea de un Dios que necesitaba la propiciación es rechazada por muchos teólogos modernos, debemos insistir en que Dios mismo proveyó el medio adecuado para salvar el honor de la ley que establece que “la paga del pecado es la muerte” (Ro. 6:23). Emil Brunner recalca que Dios no puede ser propiciado por los hombres, sino que fue propiciado “en Cristo” E. Brunner, The Letter to the Romans, p. 30. Calvino escribió: “Dios, con el fin de remover cualquier obstáculo a su amor por nosotros, estableció el método de la reconciliación en Cristo. Hay un gran poder en esta palabra propiciación; pues de una manera que no puede expresarse, Dios, al mismo tiempo que nos amó, nos era hostil hasta reconciliarnos en Cristo” Calvino, Institutes of Christian Religion, II, XVII, 2 (Citado y analizado por G. C. Berkouwer en The Work of Christ, p. 269). La verdad que yace en la base de la propiciación, es que Dios no pasa por alto el pecado; Dios lo castiga, y Cristo es el Divino portador de la condenación divina. Brunner comenta así: “¿Por lo tanto Dios trata con el pecado como si éste no existiese, simplemente pasándolo por alto? Muy por el contrario. Esta gracia, que ciertamente ha sido gratuita, costó a Dios su propio Hijo. El permitió la muerte de Cristo como prueba de su justicia, a fin de que el perdón no sea entendido simplemente como el pasar por alto la culpa. E. Brunner, The Letter to the Romans, p. 30.
4 El hecho de que Jesús haya sido simbolizado con un lugar específico del santuario, ha sido entendido como un símbolo funcional. Cristo tuvo la misma función que el “asiento de la misericordia”, como se llamaba al propiciatorio. Barth escribió: “Jesús había sido designado desde la eternidad como el lugar de la propiciación, el lugar donde Dios mora y desde donde El habla; ahora, sin embargo, Cristo ocupa una posición en el tiempo...” Barth, The Epistle to the Romans, p. 30.
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El Orador Patricio Talbot
Patricio Talbot obtuvo una Maestría en Religión en el seminario SALT, en Argentina, donde se destacó como predicador de la salvación por la fe. El Dr. Jack Rogers, discípulo de G. Berkower, escribió: “usted ha captado con nitidez la doctrina de la expiación.” En 2001 obtuvo otra Maestria en Terapia Familiar en la Universidad de Loma Linda, y actualmente trabaja como psicoterapista. En 2005 fue reconocido por la Cámara de Representantes del Estado de California por su aporte como instructor de clases para padres en el Distrito Escolar de Los Angeles. Patricio tiene tres hijas y tres nietos, y está casado con Elizabeth, quien es actualmente pastora en la ciudad de Alhambra, California. Patricio ademas es conductor del programa no me averguenzo del Evangelio si ud decea ver la pagina del autor pulse aqui http://www.praisecast.com/clients/talbot/podcasts.shtml
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